Paraíso animalista.
Hay series que se venden solas con una frase: de repente, un día, los animales adquieren voz propia y la capacidad de razonar.
La civilización a tomar por culo, obviamente.
Es maravilloso como Marguerite Bennet refleja en el primer número las complejas relaciones entre humanos y mascotas de una manera tan... Lógica. Ni confirmo ni desmiento que me humedeciera los ojos a la tercera página.
La serie empieza prometiendo una combinación de cliffhanger postapocalíptico, sangrienta violencia cuando tenga que haberla, y el amor puro de un perro hacia su dueña y viceversa.
De momento me ha gustado mucho el dibujo de De Latorre, que en el tercer número se vuelve finísimo, y estoy encantado con las reacciones de los animales guionizados por Bennet: lógicas, pero no obvias.