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Doble ración de oscuridad

25 de Mayo del 2025

Si Irene Márquez se ha marcado un cómic conceptual, no voy a ser yo menos. He pensado que quedaría muy aseao si unificara en este texto dos publicaciones de la casa Autsaider que tienen en común la oscuridad (ya sea literal o figurada) y cierta obsesión, sana en algunos casos, insana en algunos otros, con la muerte y ese algo truculento que nos devuelve la mirada cuando nos asomamos al abismo. En algunos casos la movida se nos queda agarrada dentro; en otros nos salpica la cara de vísceras. Pero en ambos casos se nos acaba escapando una carcajada. Cuánto de nervioso hay en esa carcajada ya depende de cada uno. No te voy a juzgar, no soy tu padre.

 

 

Black Metal de Magius

Autsaider; corrección de Eduardo Bravo, maquetación de David Molina, diseño de Ata Lassalle. Cartoné; 220 páginas; 25€.

 

Magius es tan genio como personaje, y no me gusta soltar estos epítetos a la ligera. Es difícil encontrar vínculos entre sus obras, que parecen haber sido pergeñadas por distintas personas. Y es precisamente eso lo que creo que nos gusta de él. Con El método Gémini, esa fantasía mafiosa y rancia post-sopranil y tricolor, me hizo pensar que se trababa de un autor underground estadounidense, del estilo Kaz o Johnny Ryan. Y no, resulta que ya me había cruzado con él en algunos entornos comiqueros panochos, mire usted. Luego llegó el dorado de Primavera para Madrid, de la que poco o nada queda por decir, que revolucionó el panorama y las entregas de premios en los salones más lujosos, ficcionalizando (pero tampoco mucho) también el rancio, pero esta vez el rancio patrio, surgido desde la confluencia de lo político, lo farandulero y lo monárquico.

 

Se pasa Magius en esta ocasión al negro más puro, pero al igual que cambia de color, cambia a una nueva obsesión enfermiza que disecciona a fondo desde la ficionalización-no-tan-ficcionalizada en la que parece haberse especializado: el black metal noruego. Y aquí viene la diversión: el público queda dividido en dos grandes grupos, y para ambos creo que resulta interesante la obra. Por una parte, los metaleros y metaleras de pura cepa que ya están familiarizados con la temática. Es imposible que no gocen Black Metal como gorrinos, se rían y disfruten con las referencias de un submundo ya conocido y con el que ya fliparon en su momento. Y por otra parte, en la que me encuentro, los que no teníamos ni idea de nada y empezamos a leer con un «ja ja, qué cosas tiene este Magius, hay que ver cómo se le va la cabesita». Y entonces hicimos una pausa, porque algo no nos cuadraba. E hicimos una visitilla rápida a la Wikipedia. Y descubrimos que todo ello está documentado y muy fuertemente basado en hechos reales hasta el mejor de los detalles. Es ahí cuando la obra escapa un poco de manos del murciano (ya lo siento, amigo) y caemos en la espiral, el abismo, la madriguera de conejo del lore musical nórdico chungo. Lo que era una rareza muy personal, se convierte en una de esas obras que te hace conocer nuevos mundos. Solo que estos son reales, y te dejan con la boca abierta hasta la última página. Lo que no nos deja nunca, eso sí, es la visión única, ese «girito ficcionalizador» que solo Magius sabe dar. Y qué grabados, oiga, no se los coma usted de vista.

 

Si eres melómano/a, recomendadísimo. Si te gusta el true crime, recomendadérrimo. Si te gustan ambas, madre mía, agárrate que vienen curvas.

 

 

La muerte de Irene Márquez, de Irene Márquez

Autsaider; corrección de Eduardo Bravo, maquetación y diseño de David Molina y Ata Lassalle. Rústica con solapas; 148 páginas; 22€.

 

De Irene Márquez hasta los andares. ¿No es así como reza el dicho? Cuatro añitos y pico desde el último artefacto (porque no se le puede llamar de otra manera) recopilatorio de la manchega, a la que entrevisté en su momento, por cierto. Que sí, que ha habido trabajo suyo mientras tanto, pero a estas alturas ya sabéis que uno tiene sus debilidades y preferencias, y lo mío es el tochal físico. Si Esto no está bien fue la mixtape de la humorista gráfica, La muerte de… es su álbum conceptual. Qué musical está quedando todo hoy, por cierto. ¿Y cuál es el concepto de este LP comiquero? En el título lo tienes. No es ninguna sorpresa, en realidad, porque pese a que me consta que Márquez es una persona relativamente normal (¡incluso un ser humano funcional!), ya sabemos que su forma de trabajar consiste en correr descalza y sobre cristales al borde del precipicio de los límites del humor.

 

Si la práctica totalidad de las tiras que forman este recopilatorio, tanto cortas como largas, se acercan al tema de la muerte escupiendo en un ojo a la corrección política y al decoro (ni están, ni se les espera), la autora arriesga más en esta ocasión, experimentando en lo visual y en lo narrativo. Se exploran algunos conceptos nuevos, introspectivos, emocionalmente complicados y con interpretación abierta, buscando no solo la carcajada culpable, sino quizás la reflexión de los muchos aspectos y aproximaciones a la muerte. Digamos que es la Irene Márquez de siempre, pero con extras. Y, sinceramente, me gusta la apuesta. Como también me gusta la multiplicidad de formatos utilizados y de variedad en la experimentación. Desde su ilustración de portada wraparound (soy especialmente fan de esta técnica, en general) y su especie de naturaleza muerta (el juego de palabras es intencionado) con total ausencia de figuras humanas, hasta sus trabajos de cerámica, pasando por su alternancia de estilo pictórico y sus pasos de color a blanco y negro. Y las caras, Juan, las caras. Esos rictus humanos, mezcla de inocencia, asco, crueldad, maldad, esas muecas de desagradable humanidad… Todo suma, y en este caso, en la variedad está el mal gusto.

 

En definitiva, nuevas armas para una humorista que sigue disparando a bocajarro y a la que por desgracia le va a seguir persiguiendo siempre el título de su primer recopilatorio largo, porque seguimos siendo incapaces de cerrar una obra suya sin haber dicho en más de una ocasión: «ay por favor… esto no está bien». Pero lo dices sonriendo un poco, como vergüenza pero con algo de maldad. Aunque no haya nadie viéndote. Qué mala eres, Irene, que nos haces pecar.

 

Si eres capaz de reírte con un chiste sobre niños muertos, luz verde. Si no: luz roja, STOP, carril cerrado, alto a la Guardia Civil, dese la vuelta que aquí no se le ha perdido nada.

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