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Fanzimad 2025 en siete títulos

25 de Marzo del 2025

No soy yo (o al menos ya no soy yo) de hacer crónicas de eventos, y durante los últimos años he ido relegando mis vistas saloneras a lo meramente anecdótico. En el caso de los eventos grandes, ya no los disfruto porque con el paso del tiempo se homogeneizan forzosamente, perdiendo personalidad y, en general, me agobian sus dimensiones. Son un puñado de años de divulgación ya, son muchas caras que suenan, muchos nombres no necesariamente bien retenidos, muchos ambientes cargados. También los momentos compartidos con amistades y conocides son preciados y numerosos, pero todo esto convierte la asistencia a un evento en una experiencia a partes iguales preciosa y abrumadora, tanto en lo emocional como en lo sensorial. Conversaciones entrecortadas, «¡hablamos luego!» que nunca ocurren, tonos analizados a posteriori, interacciones casi siempre más breves de lo que a uno le gustaría, bolsillos con fondo que obligan a un arduo trabajo de autocontención y posterior culpabilidad porque querrías apoyar a todes les artistas… Siempre sabe a poco y a imperfecto, y el ser 50% hípersocial 50% introvertido como yo descarga por completo su batería hasta nueva orden.

 

¡Pero! Pese a esto, hay saraos que animan a repetir, y el Fanzimad es uno de ellos. Porque tiene algo. El enclave, en la Biblioteca Pública Iván de Vargas es fundamental. No solo por el respeto y admiración que se le deba tener a todo lo que provenga de una biblioteca, sino también por su entorno urbano, por su arquitectura, por su personal todoterreno. La propia anatomía del edificio convierte el tránsito por el evento en algo diferente, no exento de complicaciones en algunas zonas y horas puntas concretas, pero el edificio es el que es, algo que no se puede cambiar, y algo que no querría que cambiara. Su naturaleza laberíntica, perdóneseme la hipérbole, es parte de la magia, como lo es cruzarte de tú a tú en el pasillo con una bibliotecaria, un editor, une ilustradore, un organizador o una creadora de fanzines. Es disfrute del espacio público en estado puro.

 

En general, con más o menos matices, las impresiones que han compartido conmigo concuerdan: aunque en las horas puntas del fin de semana hubiera que limitar el aforo en la entrada o salas, esto no deja de significar un éxito de asistencia y un beneficio para expositores (que pueden poner su mesa completamente gratis a cambio tan solo de reservar un ejemplar de su trabajo para la biblioteca; si esto no es apoyo a un sector artístico precario y denostado, usted me dirá) y, al fin y al cabo, es tan sencillo como volver y entrar en otro momento, o tener algo de paciencia. O ir a las 11h en vez de a las 13h, y listo. Les artistas repetirían, si no lo han hecho ya. Y es precisamente en lo artístico donde percibo la mayor baza del Fanzimad: la variedad y el equilibrio de sus propuestas. La propuesta infantil convive con el fanzine combativo y cultural, casi periodístico. Las publicaciones más arty conviven con la vertiente más punki. Hay quien se atreve con su primer fanzine y lo lleva con intención de regalar o cambiar, y hay ofertas de «prozine» tan pulcro y profesional que te da palo tocar por si lo manchan tus sucias zarpas. Rincones que huelen a galería de arte y rincones que huelen a litrona de cerveza. La comitiva de alumnos de Borja González desde Extremadura. El potente e icónico rincón de los juguetes custom. Mis amigas de Bronco Cómics. Delicioso acento gaditano. Escuelas de animación. Natalia Velarde, residenta. La representación vallecana. José Tomás, eterno. Bárbara Alca, la sorpresa humorística que no esperaba encontrar. Y una cantidad más que adecuada de política, queerness, michis y estética caballeresca medieval: os ruego que sigáis así.

 

Decenas de frases robadas y abrazos exprés, grupúsculos que mutan, buen ambiente (quizás cargado en ocasiones: decretemos una hora de apertura de ventanas para la edición 2026) y cercanía generalizados amparados bajo el bellísimo cartel calixtino de Theo Malorde (perfecta suerte de recepcionista involuntario junto a Guillermo Saavedra), que me gustaría sintetizar con una breve selección fanzinera. Un surtido de obras o autorías a destacar de entre la tonelada de rarezas gráficas que podíamos encontrar en cada puesto y que son la prueba de que el amor al arte todo lo puede, y que dios mío qué envidia me dais, joder, ojalá comprender la hechicería que lleváis a cabo. Vamos allá:

 

  • House de mrotisky (octubre 2023): en la vena Emily Carroll o el último de Gaëlle Ganiller, con fijación por los rincones inquietantes y oscuros de nuestra casa (que lo son porque nuestro cerebro lo cree así) y una obsesión por aquello que percibimos por el rabillo del ojo pero que desaparece cuando lo miramos, mrotisky construyó para la ShortBox Comics Fair un relato breve de línea amable y colores tristes sobre una conejita que se siente observada en la protección de su hogar. Círculo, círculos por todas partes. La tenéis en Instagram como @mrotisky.

 

  • Consejos vendo, que para mí no tengo de Conchi Trudier (2024): soy abiertamente fan de Conchi. Y además me cae muy bien. Y además le debo dinero. Libreto en risografía azul/verde/rojo/amarillo, con un cromatismo reminiscente de la baraja española, que recoge, clasifica, retrata con iconicidad cuasi-religiosa y critica con retranca poética una variedad de consejos, lugares comunes u opiniones no solicitadas que nos vemos obligades a aguantar en nuestra vida cotidiana. Con su para inconfuncible rotulación, por supuesto. Extra: incluye un Kit de Auxilio que contiene el único consejo real y universal del fanzine, y que creo que ni la propia Trudier es consciente de lo mucho que puede salvarle de verdad la cordura a alguien en un mal día. Lo tendré siempre a mano. Podéis encontrarla en Insta como @conchitrudier.

 

  • Piezas vol. I de Sillyboxman (2024): si os mola Joe Sparrow, FLCL, Scott Pilgrim, el Gleem de Freddie Carrasco o Antonio Hitos, echadle un ojo a la espectacular línea de Pau Esparó a.k.a. SillyBoxman, porque el flechazo será inmediato. Pau se aparta de la épica robótica que le apasiona para posar los pies en la Tierra (eh, no por ello menos futurista o robótica) y con calma, pero molando mucho, con un timing impecable, narrar una serie de momentos clave, de «piezas», de relevancia autobiográfica. Comenta en la introducción que no sabe cómo la gente es capaz de contar este tipo de historias personales y costumbristas. Pues así, Pau, así. Su insta: @sillyboxman para lustración y cómic; y veo por su cuenta @sbxmn_ink que algún día tendré que pedirle un diseño para un tatuaje.

 

  • Fanerozoico I, II y III de varios autores (2023-2024): ¿tú de peque flipabas con la prehistoria, con los dinosaurios y los fósiles? ¿Sigues flipando a día de hoy? ¡Yo no! Y sin embargo sí que me flipa esta antología editada por Fran Riolobos con diseño de Mikel Navarro (dividida en Paleozoico, Mesozoico y Cenozoico) por un montón de motivos. Primero, porque el diseño es exquisito, limpio, profesional y estéticamente placentero hasta decir basta. ¡Fanerozoico tiene infografías! ¡Fanerozoico tiene cortes transversales! ¡Fanerozoico trae cartas de dinosaurios! No falla nadie en esta selección de artistas, y hay editoriales que llevan años en esto y aún no han llegado a este nivel de rigor. Podéis seguir a Fran en @franxurio y ver el trabajo de Mikel en http://www.uncientovolando.com.

 

  • Bajo tierra de Julie Legrand (2025): vale, no, esto no es un fanzine, sino el último hit de les amigues de La Granja Editorial (https://lagranjaeditorial.com), que son un caramelito para estetas como yo, que valoramos el continente casi tanto como el contenido, y nos pirran los volúmenes que agradan a la vista, al tacto, y a la imaginación. Pese a que sean técnicamente una editorial y sus propuestas sean menos underground que un fanzine guarro grapao y fotocopiao, en vanguardia y amor al arte van sobrados, y no puedo evitar relacionar a La Granja con el Fanzimad. Este año ha caído este volumen de Julie Legrand, recién salido del horno, que a través de juegos con formas negativas y positivas y una limitada paleta de azules y marrones, nos transmite a la perfección su muy personal pasión por el descubrimiento espeleológico que la embarga desde niña. Por su aparente sencillez, creía que no me iba a llegar tan adentro como me ha llegado finalmente, convirtiéndo un descenso narrado desde la soledad en una experiencia sensorial compartida que comienza ya desde la sobrecubierta. Os juro que las sensaciones y las texturas se perciben. Me tiré toda la lectura acariciando las páginas e imaginando sensaciones térmicas. A Legrand la podéis encontrar en @julie_legrand_.

 

  • Un lugar seguro, o alegoría de mis amigos cisheterosexuales de Guillermo Saavedra (2024): Guillermo Saavedra, además de ser lo que encuentras en el diccionario cuando buscas la definición de cinnamon roll, es une de les artistas a les que siempre busco cuando vengo. Pero claro, también te digo que si haces un fanzinito chiquito en risografía rosa chicle, es para mí como si fuera un marinero que se cruza con un coro de sirenas. Decir que Un lugar seguro me ha encantado es poco. Con toda su brevedad y sencillez, el planteamiento me ha enamorado y es una de esas ideas que hace que el mundo vaya hacia adelante y hacia un cuquismo y una bondad genuina de la que creo que vamos muy faltos. Las palabras de Guillermo lo expresan mejor que yo: «es una oda a las ternuras del hombre hegemónico, para que tenga menos miedo.» Suena a broma, pero lo que está haciendo Guillermo es el equivalente a meter flores en los fusiles: está combatiendo la ranciedad con el amor, recordando, a base de breves escenas aparentemente inocuas, que el cisheterobásico tiene dentro la capacidad de dar seguridad. Está ahí, latente, y queremos que salga a la luz. Guillermo es @deathrowromeo_.

 

  • ¡Al congeladorrrrrr! de Carmen B. Mikelarena (2025): y nos despedimos con la autora del momento, claramente the next big thing (esperen y vean) y ganadora del premio a mejor Fanzine de este año. Ya me dolió no llevarme su Etileno el año pasado (fallo catastrófico al que he puesto solución en esta edición) después de que su brillo me deslumbrara… y de que con el ajetreo olvidara volver a comprarlo. Y me dolió porque, nada más salir, aproximadamente 7 millones de personas me aseguraron que era la bomba. Ustedes sabrán, editoriales españolas. La cuestión es que, no contenta con ello, este año saca ¡Al congeladorrrrrr!, un fanzine de grandes dimensiones y portada de damero con ventanita que se abre (a mí dame fanzines con partes móviles y lúdicas y dime tonto) para contarnos una anécdota de odio vecinal que oscila entre la cuentística tradicional, el lore euskera, el chascarrillo cotidiano, el absurdo y ciertos momentos de congoja introspectiva. Uno de estos cómics que agrada por su ligereza y sencillez infantil (imposible no pensar en Roberta Vázquez) pero que anima a la relectura y deja mirando al infinito en algún momento. Carmen es @choose_a en Insta.
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