¿Por qué me atrae tanto el yuri? ¡Si soy un Señor™! No es exactamente que me atraiga todo el yuri (o girl’s love) porque sí, al igual que no me atrae todo el BL porque sí, ni me atraen todos los superhéroes porque sí. Me atraen autorías, propuestas, estilos y vibraciones. Y portadas, claro, ya sabéis que lo que más me atraen son las portadas. Pero tengo que reconocer que siento desde hace años, quizás décadas, cierta parcialidad hacia las historias de, por o para sáficas. Cuando era adolescente, y por lo tanto idiota, alguna vez critiqué a mi mejor amiga con un «¿Es que solo lees/ves/escuchas cosas de lesbianas? Qué obsesión.» sin darme cuenta de la hipocresía de mis palabras, cuando yo llevaba toda la vida haciendo exactamente lo mismo con los personajes que llevaban gafas. ¡Una tontería a un mundo de distancia, por supuesto! Pero no dejaban de ser diferentes formas de abrazar una representación que todes buscamos, consciente o inconscientemente.
Con el tiempo entiendes la importancia de la existencia de referentes. Con el tiempo aumenta el número de amigas sáficas a tu alrededor, entiendes la agonía de conformarse con gotas de agua en el desierto de lo cultural, empatizas con la tortura hacia personajes a los que se les prohíbe un desarrollo apartado de clichés, sufrimiento o insatisfacción. ¡No hablemos ya de un final feliz! Y al final te das cuenta de que tú mismo vas buscando esos referentes y analizas con fervor la evolución, los pasitos adelante, las pequeñas victorias que se obtienen.
En el contexto japonés y coreano hay todavía mucho por avanzar, y algunas propuestas (en ocasiones, porque nos llegan a España una década después de su publicación original) tienden a ser repetitivas, timoratas, engañosas… o directamente retrógradas. Pero la evolución hacia el futuro y la humanidad es patente, y se puede apreciar a ojos vistas. Es por ello por lo que os quiero hablar de cuatro títulos que he estado leyendo en 2024 que me han gustado o parecido interesantes y que creo que escapan, por fortuna, a toda esta problemática que menciono. Además, como a Battan le dio por sacar historias de relaciones heterosexuales, en algún sitio teníamos que buscar consuelo. Vamos allá:
Cocinando juntas, comiendo juntas de Sakaomi Yuzaki
Tomodomo; serie abierta con 4 tomos publicados; traducción de Ana María Caro; diseño y maquetación de Unai McFly.
Ya sabéis que una de mis subespecializaciones son las lecturas que te dejan en paz con el mundo, que te arropan la siesta cual manta mullidita, que te hacen tener esperanza en el mundo pese a que el mundo esté así asá. Este título cumple con creces los requisitos, y se va de cabeza a lo más alto. (Por cierto, si queréis más sugerencias a este respecto, aquí nos tenéis a David López y a mí hablando de joyas como Hirayasumi y otras obras relacionadas en Streaming de Dibujantes.) De entrada, y como podéis imaginar por el título, Cocinando juntas no me llamaba la atención debido a la potente base de temática gastronómica del mismo, algo que suele echarme para atrás e incluso elijo obviar cuando es un mero extra. Mi sorpresa fue mayúscula al encontrar en sus páginas un incipiente romance, cocinado a fuego muy lento, tan lento que nos hace sospechar en sus inicios de queerbaiting, cantos de sirena de una posible relación entre dos mujeres adultas a través de la comida, que al final quedará en una amistad que no se salga de los cánones habituales. Nada más lejos de la verdad, como ya me avisaron otres lectores que se encontraban en un punto de lectura más avanzado que yo. Podéis confiar. Con un humor cotidiano (heredero de Yakuza amo de casa, pero restándole la hipérbole) bien apuntalado en la divertidísima traducción de Ana María Cano, Sakaomi Yuzaki une a una mujer soltera apasionada por la cocina con otra a la que apasiona el buen yantar. La comida no es más que el macguffin: la evolución entre cada uno de los capítulos breves es sutil, pero existe, y el comentario social, familiar y emocional se cuela poco a poco en los diálogos, con cautela y tanteando los límites, dejándonos pensatives frente a algún bocadillo (de los de leer, no de los de comer) aparentemente inocuo. Vidas adultas unidas por el acto cotidiano que es cocinar para otra persona, o apreciar lo que han cocinado para ti; una cotidianeidad que se relaciona con la familiaridad; una familiaridad que se torna intimidad. El dibujo, limpio pero sencillo, centrado en la expresión facial y con poco trabajo de fondos, puede pecar de poco ambicioso; y de hecho fue otro de los motivos que le restaron atractivo a mis ojos inicialmente, pero no tarda mucho en encontrarse personalidad en las tiernas muecas de la autora, así como en las bruscas transiciones entre anatomías serias y anatomías chibi, que sirven como refresco fundamental en una obra eminentemente conversacional. Este es, en definitiva, uno de los mangas con protagonismo LGTBI+ con mejor equilibrio y de mayor actualidad que he leído. Un manga que sabe a los tiempos en los que que estamos, sabe a futuros en común y, en definitiva, sabe muy bien.
El chico que me gusta no es un chico de Sumiko Arai
Panini; serie abierta con 3 tomos publicados, 2 publicados en español; traducción de Nuria Cimas Pita; rotulación y diseño de Jordi Codina.
Qué decir a estas alturas del «yuri verde», el «yuri Billie Eilish», el título bitono con verde fosforito e iniciado en Twitter del que yo personalmente me enamoré hace un año, en un vagón de tren japonés, porque ya el cartel que lo anunciaba derrochaba personalidad propia. Sumiko Arai nos presenta una premisa de enredo que se vende sola y sin mucho esfuerzo: una gal, enamorada en secreto del rock occidental de los 90 y 2000 (y sola en su pasión, muy importante este detalle), está también enamorada en secreto del inevitablemente molón dependiente de la tienda de discos que frecuenta. El giro ya lo dice el título: dicho dependiente no es un dependiente, sino que es su compañera de clase, la del pupitre de al lado. Lo potente de esta serie, con una estructura de mini-capítulos autoconclusivos de 4 páginas, es que no se entretiene demasiado con este malentendido, y la verdad sale rápidamente a flote, algo que podría parecer el principio del fin, pero no nos llamemos a engaños. Mediante bellísimas expresiones faciales y primerísimos primeros planos, que junto con el juego de color compensan con creces la falta de fondos o virguerías narrativas, Sumiko Arai descarga su descacharrante vis cómica en diferentes situaciones típicas del manga de enredo adolescente, pero abre dos vías menos habituales. La primera es que, una vez resuelto el misterio, las dos adolescentes siguen explorando su relación de ¿amistad? ¿algo más? de forma incómoda, confusa, tierna, caótica, y sin tener muy claro del todo qué es lo que sentían antes y qué es lo que sienten después de la revelación. Todo esto mientras el público lector se estremece y se tapa los ojos como si en un fan-fiction victoriano se hubiera enseñado un tobillo. La segunda consiste en un comentario sobre la importancia de encontrar a alguien con las mismas pasiones que tú, y cómo es algo fundamental en tu formación como persona, así como en tus elecciones de amistad durante los años formativos. De que la música y la moda tienen un papel esencial casi en cada página de este manga creo que no hace falta que hablemos. Un fenómeno fresquísimo y actual que de momento está perfectamente a la altura de las expectativas y el ruido generado. Quizás lo único que lo empaña sea el elevado precio de su edición española (12,95€ por 184 páginas). Por cierto, más relaciones sáficas a través de la música, en este caso adultas, podéis encontrar en After Hours.
La macarra y la nueva de Fujichika
Arechi; serie cerrada de 3 tomos, 2 publicados en español; traducción de Nuria Cimas Pita; rotulación de a.v.m.
Y de dos títulos que saben a actualidad pasamos a otro que viene impregnado de nostalgia ochentera, algo que podría darnos miedo de entrada tratándose de un romance sáfico, pero Fujichika dice «hemos venido a jugar», y nos brinda una estética gráfica ochentera-noventera a la que no se le puede poner un solo pero, con escenas de acción y peleas de instituto creadas para loor y gloria de la estética sukeban, la mítica figura de la delincuente juvenil popularizada entre los 60 y los 80 en Japón. Una de las maravillas de esta breve propuesta, más allá de la satisfacción sensorial, es el hecho de que la autora haya elegido, en un consciente ejercicio de anacronismo selectivo, que las cuestiones queer no sean un punto de relevancia, debate o argumento en La macarra y la nueva. Es algo que se acepta, que no se discute y que, más allá de la deliciosa incomodidad y vergüenza ajena que sentimos al observar a dos adolescentes (la temida y violenta macarra del instituto y la modosita chica nueva) estremecerse ante cualquier avance sentimental y dudar constantemente sobre la reciprocidad de su relación, no nos va a hacer sufrir. Bien por el diseño de colección, bien absoluto por el apartado gráfico, y más que bien por hacernos reír y disfrutar sin necesidad de alargar una premisa que, seamos sinceras, no daría para más de los tres tomos que dura… pero qué gusto va a dar ver de reojo esos tres tomos en la estantería.
What does the fox say? de Team Gaji
Planeta Cómic; serie de 6 tomos, 2 publicados en español; traducción de Ainhoa Urquia Asensio; rotulación y diseño de Oliva Osanz (sin acreditar).
Creo que técnicamente, al ser un título coreano, esto no sería yuri sino un manhwa baekhap, pero me parece un matiz muy para gente con monóculo, así que tampoco perdamos la cabeza. Hay que tener cuidado a la hora de recomendar webtoon en formato físico, porque tendemos a criticarlo usando la misma vara de medir que el cómic «tradicional», cuando deberíamos tener en cuenta que, si bien referirnos a la lectura de cómic como «consumo de entretenimiento» hace que desvirtuemos el arte y trabajo que hay detrás, es cierto que en no pocos casos de webcómic, lo que prima es una cadena de producción rápida que de entrada ya está desvirtuando la parte artística del título, anteponiendo el entretenimiento y la rapidez de lectura por encima de la expresión artística. No es algo malo: es algo distinto. Con esto quiero decir que, más allá de las atractivas pin-ups que podamos ver en este título, tanto en portadas y postales como en las páginas más dramáticas, el dibujo y coloreado de esta obra de Team Gaji juega a un deporte distinto. Las estilizadas figuras son bellas, pero en cuanto nos alejamos del primer plano, la anatomía da un paso atrás, el movimiento casi desaparece, el trabajo de fondos es inexistente (o se vale de los típicos recursos 3D estándar genéricos) y el color es plano y pobre. Y esto hay que saberlo de entrada. Pero What does the fox say? juega a otra cosa: juega a ser un culebrón de romance de oficina muy turbio que hace que te enganches y devores el tomo de una sola sentada. Y ojo: normalmente no hago referencia al número de páginas o precio del manga salvo que sea algo fuera de lo normal: téngase en cuenta que son tomardos de 360 páginas. Si bien me acerqué a este título inicialmente por su portada, me llamó la atención porque se diferenciaba de muchas propuestas de ficción coreana, ya fueran manhwa o audiovisuales, a las que me había acercado hasta entonces. Primero, porque toca temas sáficos, obviamente, desde una perspectiva adulta y, más importante, coreana, algo que todavía no había leído. Segundo, porque me saca de quicio la idealización que hay en Corea del trabajo de oficina, ficciones en las que el interés romántico siempre es el presidente, o el director, o el hijo heredero del gran conglomerado empresarial, bla, bla, bla; y el triple protagonismo de este ¿thriller corporativo sensual? es 100% femenino. Tercero, porque aunque la parte visual, como he comentado, no es especialmente potente, las figuras tienen en ocasiones una sencillez, una dejadez, una debilidad, que me recuerda a las líneas noventeras de la gran Kiriko Nananan. Cuarto, y más tonto de todo: que una de las protagonistas lleva tatuajes, y os juro que después de un tiempo leyendo webtoon y viendo k-dramas, ver a un personaje con tatuajes en un entorno socioeconómico alto me ha impactado como un bofetón. Sirva de aviso inicial a navengantas: el triángulo amoroso entre la empleada nueva, la jefa y la presidenta es turbio. Muy turbio. Es parte de la magia. Es turbio por la diferencia de edad, por las desequilibradas relaciones de poder, por lo tóxico de las decisiones de sus protagonistas. Pero es quizás por esa turbiedad por lo que nos vemos atraídos en ocasiones a ciertas propuestas. Por eso, y por la curiosidad de saber si llega a buen puerto o si descarrila del todo.
«Llevamos ya cuatro yuris, Bamf, ¿qué pasa con el funeral?»
No hay funeral, buenas gentes, no os voy a mentir: es que me hacía gracia ponerle ese nombre al texto porque quedaba bien y porque soy así de imbécil. ¿Pero sabéis lo que sí que tengo? Un puñado de bolas rápidas extra, de diferente índole, que tienen suficiente e interesante safismo como para que les echéis un ojo (o dos, si son pequeños):
Y como no solo de viñetas viven mis panitas, aquí os dejo otras bolas extra no comiqueras:
[Este texto, por cierto, ha sido redactado con Prelude to Ecstasy de The Last Dinner Party de fondo. Y si no lo tenía puesto de fondo, lo estaba tarareando.]