Do a powerbomb!

¡Con la silla, con la silla!

¡Sigo vivo! Ustedes me perdonen, pero es que la vida, y tal y eso. Y qué mejor que un buen hostiazo onomatopéyico con la energia cinética de diecisiete camiones para llamar la atención. He tardado en leer lo último de Daniel Warren Johnson y Mike Spicer por la sencilla razón de que imaginaba que a estas alturas 1) me iba a gustar pero 2) no me iba a sorprender. Quiero que quede claro el punto 1, porque voy a darle bastante caña al punto 2.

A mí de DWJ me gustan hasta los andares, eso para empezar. Me ha gustado todo lo que ha hecho hasta ahora, incluso sus obras con más carencias. Y eso es un peligro, porque a veces ensalzamos a un autor (da igual que sea guionista o dibujante, lo hacemos indistintamente) y le reímos la gracia siempre, sea cual sea. Y cuidao con eso. Me gusta de Johnson que haya adoptado como marca de la casa el tema de la pérdida narrada a través de un aspecto de la cultura, arte y entretenimiento popular llevado a un extremo hiperbólico y fantástico. Lo hizo con el heavy metal en 'Murder Falcon' y lo ha vuelto a hacer con la lucha libre en 'Do a powerpomb!' Las similitudes conceptuales están tan presentes que en mi mente las dos obras comparten universo. Y poco se le puede criticar, al igual que a su predecesora, excepto un pequeño detalle: que tan parecidas son las sensaciones que creo que me querían transmitir una y otra, que esta segunda se me queda a medio gas. La fantástica e hiperbólica molonidad fanboy ya la viví al 100% en 'Murder Falcon', por lo que siento aquí una repetición de la fórmula. Eso podría ser secundario, si no fuera porque me ocurre exactamente lo mismo con el aspecto dramático de la obra, y para mí uno de los mayores intereses de la obra de DWJ: que no se trata de "molar por molar", sino que hay un sentimiento triste, humano y potente como motor de todas sus historias. Y ahí me pierde de nuevo: desde el principio vuelvo a estar ante una historia de pérdida disfrazada de epopeya para el fan... algo que ya utilizó su autor de una forma que me llegó muy adentro una vez, y que dificilmente puede hacerlo de igual manera una segunda.