Sargento Inmortal

Clint Eastwood... ¡Ahí lo llevas!

Muchos años han pasado desde 'Soy una matagigantes', y qué gozada volver a ver a Joe Kelly y Ken Niimura trabajar juntos. Al igual que su anterior obra, esta es también especial... y engañosa. Guiados por el dinamiquísimo dibujo de Niimura, de espíritu sencillo, nos embarcamos en lo que en un inicio se intuye como una road-movie en la que un hijo (diseñador de juegos, moderno, progre) y un padre (policía a punto de jubilarse, carca, retrógrado) se verán enredados en un ultimo caso que les acabará ayudando a reconectar y abrazar sus diferencias. Y a ver, un poco de eso sí hay, pero no es exactamente eso. Es algo más complejo. Para empezar, no se ignora a los personajes femeninos (tanto la esposa como la madre del protagonista -y exmujer de su padre-) como ha venido siendo habitual en este tipo de propuestas, sino que son elementos clave con sensibilidades especiales y sentido común que ayudan a desentrañar los misterios ocultos o enterrados del pasado familiar, y que disfrutan de identidad propia. Kelly juega con dos cuestiones clave: primero, los puntos irreconciliables entre generaciones y formas de crianza; segundo, los puntos sensibles de la actualidad social estadounidense de los últimos años, principalmente el concepto de la policía (y su función) que tienen diferentes sectores de la población. Arriesga Kelly al utilizar al Sargento Inmortal que da título al cómic a modo de Abogado del Diablo para que entendamos qué razonamientos llevan a una persona terrible (desde el punto de vista de alguien progresista, actual, deconstruido) a serlo, y si realmente es así de terribles o, en el mundo real y su día a día, su forma se pensar o comportarse tiene una explicación. Ojo: no para que empaticemos con ellas y las perdonemos, sino ser capaces de entender e contexto que les ha creado, en vez de crear muros insalvables. Todo esto ya era de por sí muy interesante, pero el epílogo de Kelly explicando los motivos autobiográficos que le impulsaron a escribir esto (y que no os desvelaré) fue la guinda del pastel.

Rústica con solapas. 426 páginas. 25€