Más madera, es la Guerra.
Varias personas me habéis preguntado a lo largo de los últimos meses, y efectivamente sí, sigo leyendo el "segundo volumen" del desfase demoníaco-costumbrista de Fujimoto Tatsuki. He tardado en empezarlo por cuestiones de volumen de lectura (he estado un tiempo dándole prioridad a las novedades y he dejado un poco de lado un puñado de series regulares que ya he comentado sobradamente, con su consiguiente acumulación en mi pila), pero ya me he vuelto a subir al carro y estoy: encantado.
Encantado porque, al menos a priori, Fujimoto demuestra (una vez más) que no piensa igual que el resto de voces del mainstream, y da la impresión de ser consciente de que si un título se hace popular, es probable que se eternice y escape en cierto modo a los deseos del autor. ¿Y qué ha hecho Fujimoto, o eso parece? Usar algunos trucos de la Escuela Araki, comenzando en el tomo 12 un arco argumental conectado solo tangencialmente con el previo -con una protagonista y contexto totalmente nuevos- pero tan personal, locamente bizarro e imaginativo desde un punto de vista de narración visual como siempre.