Hay que quererle.
En 'Mujirushi' encontramos al Urasawa colaborativo (en esta ocasión, realizando un encargo para el Louvre) en un tomo autoconclusivo que, si bien recomendaría solo a completistas del autor y no consigue deshacerse se una cierta sensación de "cabo suelto", no deja de brillar en los sitios en los que siempre brilla: en las referencias a la cultura popular del siglo XX, en la historia del arte, en la nostalgia, en la esperanza, en su insultante sencillez a la hora de transmitir con las caras de los personajes. Un entrañable cuentecito de una niña valiente y un padre al borde de la ruina que caerán en las redes de un ¿benefactor? ¿estafador? obsesionado con Francia. No es redonda, y en ocasiones pierde de vista su objetivo... pero leer a Urasawa siempre hace sentir bien a través del misterio y el humor.