El alma y el recipiente y la madre y no sé qué.
Termina en su undécimo tomo uno de los títulos más evocadores de los últimos años, que apareció sorprendiendo a todo el mundo, pero que desde la mitad de su recorrido quedó perdido en una meseta sin saber hacia qué dirección avanzar, confundiéndonos con sus explicaciones crípticas y etéreas pero sin darnos nada claro ni tangible. Nagabe ha desarrollado un soberbio ejercicio de estilo que llega hondo y es tremendamente icónico y memorable, pero que a mi modo de ver se queda en eso: en un referente estilístico y visual.
El problema de abarcar conceptos como "alma", "vida", "luz", "maternidad", "equilibrio" es que en ocasiones pueden quedarte demasiado grandes, y si los presentas desde el misterio, los desarrollas misteriosamente, y concluyes tu historia sin desvelar lo misterioso, por una parte da la impresión de que la envergadura proyecto se te ha ido de las manos, y por otra... ¿qué nos has dado al final? ¿Qué querías contar? Un recipiente precioso, sí, pero al que el alma se le ha ido escapando por una grieta.