Mis hijos.
Que me muero del amor. Creo que nunca (o al menos no en mucho tiempo) había leído un tan buen reflejo del amor preadolescente, de esa pureza, esas mariposas en el estómago solo por escuchar ciertas palabras, o percibir miradas, o movimientos. La inocencia. Estar nerviose simplemente por compartir espacio. No esperar nada de la otra persona, ni exigir. Simplemente explotar de nervios porque no sabes absolutamente nada y todo es nuevo y todo de rebosa. Ay. Es muy bonito.