No te vayas sin mí

No ajusten sus pantallas.

Me moría de ganas por ver qué era capaz de hacer Rosemary Valero-O'Connell en solitario después de maravillarnos junto a Mariko Tamaño con su 'Laura Dean me ha vuelto a dejar', una de las mejores obras del pasado año. El resultado ha sido sorprendente pero no inesperado: Valero-O'Connell es creatividad desatada que fluye a lo largo de sus imaginativas composiciones de página como zarcillos buscando la luz, como riachuelos desembocando en el mar, como sábanas que se retuercen durante el sueño. La autora nos ofrece tres deliciosas y emotivas historias cortas que rozan el realismo mágico, la ciencia ficción y la fantasía con las yemas de los dedos, unidas siempre, eso sí, por el conocimiento profundo de las emociones humanas. Esas emociones que anidan en la garganta y que pesan en el pecho y no es fácil describir con palabras, pero sí con miradas, con temblores, con sonrisas cargadas de ternura. Y por supuesto, con unas pestañas únicas e inimitables en el panorama.

Los escenarios de O'Connell pueden dárselas de siniestros en ocasiones, pero de algún modo sabemos que sus personajes (bellos, diversos, no normativos) están a salvo porque la historia que llevan dentro les protege, como si de personajes de una película de Miyazaki se trataran. Las páginas están plagadas de detalles, pero O'Connell sabe cuándo dejar respirar, generando un hipnótico toma y daca de ruidos y silencios gráficos. Su equilibrio en uso del color, con un tono principal (siempre suave) en cada historia como contrapunto de los grises y violáceos apagados es tan acertado, genera una atmósfera tan inmersiva, personal y cercana que me cuesta encontrar palabras para explicarlo.

Total: que te pongo un piso, Rosemary.

No ajusten sus pantallas, están ante el cómic más bello del año (con permiso del segundo tomo de 'La Edad de Oro', por supuesto.)

Rústica con solapas. 128 páginas. 15€