Calidez parroquiana.
Creía que no iba a continuar con este título, pese a que me encantara el primer número, porque las historias de estructura breve con repetición de fórmula acaban cansando tarde o temprano. Sin embargo, en cuanto apareció el segundo volumen mi propio corazón dijo: "eh, necesitas más raciones de bar de esa calidez contada a través de historias cotidianas breves." Ni el humor es muy cómico, ni el drama es desolador: es sencillamente humano. Un buen colutorio, una genial lectura para final del día, para acostarte sonriendo mientras apagas la luz y dices: "eh, es la vida".