Kei ya no hace el gantzo.
Esta no os la esperabais. A diferencia de las micro-reseñas previas, no voy a pasar de puntillas por Gantz limitándome a decir que es para adolescentes pajilleros. Hay una característica de las obras de Hiroya Oku que lleva mucho tiempo llamándome la atención: la brutal deshumanización e insensibilidad de la población adolescente. No sólo carente de empatía, sino con valores preocupantes: activamente destructiva, desencantada, individualista, desconectada de la experiencia de cualquier otro ser humano. Una característica que en su posterior obra, Last Hero Inuyashiki, con la inclusión de las redes sociales, es una actitud dolorosamente omnipresente. Esta yerma adolescencia me preocupa de verdad. Es una imagen desoladora del mundo civilizado. Y Kei Kurono, protagonista de Gantz, es una de esas personas. Pero algo que me gusta de Gantz es que Kurono experimenta una leve evolución desde el principio de la serie: pasa de ser un gilipollas randiano genérico más, parte de la marea de ruido sordo que hay a su alrededor, y a través de la pérdida y de su trato con el entorno va cambiando poco a poco y apreciando y queriendo proteger a las personas una a una. Aprende a apreciarlas aunque no las conozca, aunque no sean cercanas. Sus pensamientos despreciativos en off son cada vez menos, muestra abiertamente su sufrimiento, etc. Digamos que deja de ser un ente asocial y acepta internamente que su relación con los demás le enriquece como ser humano. Y es parte de su camino de imbécil insensible a héroe.
Ojo, pero sigue siendo una serie para adolescentes pajilleros, que una cosa no quita la otra.