David Rubín se la vuelve a sacar, demostrando lo estable que es como narrador y el alto nivel que mantiene de forma continua. Arriesgado pero exitoso uso del colorista Michael Garland. Pires peca de exceso de verborrea en unas ocasiones y de falta de ella en otras, pero escribe una historia bonita en definitiva. Si continúa, el espacio para crecer es inmenso. Si se queda en un tomo, la historia quedará claramente coja.