El arte de volar + El ala rota

Me vais a permitir que me emocione un momento.

Yo, como muchos otros, he crecido sintiendo cierto hastío hacia la historia española. He gruñido al comprobar que el penúltimo exito cinematográfico narraba, una vez más, las penurias de la Guerra Civil. Y al mismo tiempo, he sido un completo inculto al sumar mi falta de interés a la falta de educación a la que mi generación (y supongo que muchas otras) se vio expuesta al no alcanzar este periodo en los institutos por falta de tiempo. ¿Lo bueno de todo esto? Que siempre supe que, al igual que ocurre con el cómic clásico, al final el interés llega por su propio pie.

Ahora sí estoy en ese punto. Y lo primero que hice fue leer 'El arte de volar'. Me conmovió. Y no por el drama humano, por la batalla épica o por el suceso clave, sino porque lo que yo quiero saber de la Historia es cómo vivió la persona normal. La que no deja huella en la Historia.

El drama humano que me hizo emocionarme hasta el punto de dejar el cómic para no empaparlo no fue la guerra, sino la psicología de un anciano que lleva muriendo desde su adolescencia, y la incapacidad de la sociedad para empatizar con sus mayores.

Hablad con vuestros abuelos. Yo ya no puedo hacerlo.

Y entonces me hice (muchos nos hicimos) la pregunta: ¿y la versión de esa anciana que es poco más que un florero de caracter agrio en la historia? ¿Qué hacían las mujeres mientras los hombres normales vivían sus vidas que no dejarían huella? ¿Cómo fue su vida sin huella? Antonio Altarriba vio su falta y lo compensó magistralmente con 'El ala rota', la NECESARIA contrapartida de su obra anterior. Ambas forman un cuadro excelente de la vida española durante todo un siglo, un siglo al que gracias a Kim (quién me lo hubiera dicho a mí, con lo poco que me gusta 'Martínez el Facha') podemos poner ropa, arquitectura y humanidad.

Os recomiendo que esperéis a tener un interés genuino en este tema antes de leerla. Y que leáis las dos seguidas. Encontraréis un hilo de narración brillante e historia en estado puro, sin embellecer. Con sentimiento, pero sin hipérbole. Historia con mayúsculas.

Y hablad con vuestros abuelos, por favor. Hacedlo.