Lo que no se vence con los puños.
A estas alturas qué os voy a decir yo de uno de los clásicos Marvel por excelencia, ¿verdad?
Ya estamos acostumbrados a que la obra de Jim Starlin gire en torno a la space opera y lo cósmico más que a lo superheroico (aunque los superhéroes pueblen sus páginas). Suyo es el monólogo filosófico y el comentario existencial, lo divino e inexplicable, pero también lo divertidamente patético que devuelve al héroe a la suelo.
Esta Novela Gráfica Marvel no es un cómic de superhéroes Marvel (aunque los haya) ni una aventura espacial (aunque la haya): es un comentario sobre la muerte, la pérdida y la frustración que supone tener por oponente algo contra lo que no se puede luchar, y las distintas maneras que cada persona tiene de lidiar a ello.
Es un cómic de corte clásico que probablemente aburra a nuevos lectores y a lectores jóvenes. Es una joya para quien ya disfruta con el cómic más antiguo, con un Starlin más bien feo en los primeros planos, magnífico en las escenas de lucha y páginas completas, un delicioso color de Steve Oliff, y una más que adecuada edición holandesa de Panini.
Pero también es una punzada de dolor para quien ha perdido a alguien cercano.
Porque os recuerdo que no es una historia de superhéroes. Es una historia de humanidad muy, muy real. Y es bella.